Leer es para muchos una actividad sin sentido, para perder el tiempo. Es aburrido. A la mayoría de las personas la palabra libro parece que les da alergía o mucho sueño. Se tiene la percepción de que leer es tedioso, inútil, que es un castigo, o peor aún; que es una horrible obligación escolar.
¡Dios te libre de acercarte a un libro fuera de horas de clase!
La escuela, por alguna extraña razón le da más valor a los aspectos
técnicos: correcta pronunciación, leer tantas palabras por minuto, etc.
Si se cumple con ello, todo va bien. Aunque a las 2 horas no te acuerdes
ni del nombre del texto o no hayas entendido más que una papa.
Bien lo menciona Santos Guerra en su libro “La luz del prisma para comprender las organizaciones educativas” en el apartado “La “ortodoxia” epistemológica” (Voy a parafrasear) La organización escolar no es eficaz puesto que no se toman en cuenta las necesidades reales de los alumnos, se aplican modelos industriales o comerciales que llevan directamente a la competencia. Incluso los planes y programas muchas veces, están integrados por personas ajenas al entorno escolar. También se cae en el error de pensar que la escuela es un sistema mecanizado que produce alumnos…
Luego viene la postura ridícula del sistema educativo de preguntar ¿Por qué la gente no lee?
Por lo tanto uno se queda con ese mal sabor de boca y con la
sensación fastidiosa de apatía. La consecuencia de ello es que tanto
estudiantes como profesionistas no sean afectos a la lectura, el
análisis y la comprensión.
Hay
quienes por suerte son guiados y tienen un primer contacto amistoso con
la lectura; ya sea por influencia paterna o cultural. A veces ese
empujoncito necesario viene de las modas, como en años pasados con el
fenómeno Harry Potter o Crepúsculo que pusieron a millones de niños y jóvenes a leer.
La literatura está en muchas partes aunque no sea tan obvio. Por ejemplo muchas películas están basadas en libros como “El Hobbit” (1939) o “El Señor de los Anillos” (1954 y 1955) de J. R. R. Tolkien o “Las Crónicas de Narnia” ( 1949- 1932) de C. S. Lewis.
El punto de partida más eficaz es buscar un tema o género de agrado,
leer sin presiones, con calma y repitiendo las partes que te cueste
entender. También puedes investigar para saber más.
Así se ampliará poco a poco el vocabulario y se estimulará la
imaginación. También se abre la mente. Incluso puedes sentirte
identificado con una situación o personaje.
El gusto y la voluntad es lo que te hará leer. No se vale acumular
libros o preesumir que sabes mucho. Compartir con los demás es la mejor
opción.
La lectura está intrínsecamente relacionada con el ser humano; con
sus experiencias, su sentir, sus saberes, su ciencia… Las letras llevan
un registro.
La lectura puede mejorar tu vida y tu forma de pensar. Fomenta el razonamiento, la observación y la integración de las cosas.
Deja de lado los pretextos y acercate a ella, con un tema de tu agrado, con un libro de pocas hojas y de lenguaje sencillo.
Experimentando desde otra forma el hecho de leer, verás que no es tan descabellado hacerlo un hábito.
Ahora dime, ¿por qué no leer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario